CARLOS MASCAREÑO QUINTANA
1 de marzo de 2022

 

Este es un ejercicio de reflexión inacabado para sentar las bases que permita formular un proyecto de desarrollo local que sea discutido en varios espacios, con el propósito de procurar alianzas con organizaciones interesadas en el tema que aquí se propone.

  • FILOSOFÍA Y CONCEPTOS QUE DEBEN SOPORTAR LA FORMULACIÓN DE PROYECTOS SOBRE EL DESARROLLO DE UN TERRITORIO

En la discusión contemporánea sobre la dinámica, desempeño y desarrollo de los territorios, desde las unidades regionales y municipales hasta las ciudades y pueblos, es evidente la tendencia a un cambio de paradigma.

El cambio se viene imponiendo desde los enfoques tradicionales y desfasados de la planificación urbana, regional y local soportados por una visión positivista, determinista y de causa-efecto y, en consecuencia, normativa y mecanicista, hacia un abordaje que observa y trata al territorio como un sistema complejo, abierto y en interacción con el entorno, con límites difusos y con desempeños que generan resultados altamente inciertos.

En el enfoque tradicional no existe el azar. El territorio y la ciudad son máquinas que pueden tratarse con políticas que logren su control. Sin embargo, ya se ha comprobado que no existe el idílico escenario pastoral del “espíritu comunitario” y que la ciudad planeada siempre es superada por la ciudad construida. Por ello, las tasas de “fallas” de la planificación urbana y regional es muy alta, total pudiera afirmarse; siempre los conflictos van por delante de las prescripciones.

De allí que los conceptos y, en consecuencia, los instrumentos, deben ser rediseñados y suplantados si en realidad los analistas y proyectistas aspiran a incidir, aunque sea parcialmente, en la dinámica de un territorio. Se trata de un difícil reto que supone superar mapas mentales que nada tienen que ver con el comportamiento de las sociedades territoriales de hoy.

En esa perspectiva, la comprensión de las lógicas intrínsecas de la complejidad sistémica cuya incertidumbre supone conocer el entorno como fuente de las transacciones de recursos e información con el sistema territorial, es una tarea fundamental. No se trata de simplificar el análisis: todo lo contrario, se trata de complejizar el mapa mental de quien analiza la situación sistémica, a riesgo de quedarse en proposiciones tradicionales, esquemáticas y de bajo o ningún impacto. 

A veces los analistas, bajo la creencia de que los problemas del desarrollo local se resuelven a partir de soluciones parciales y sumatorias de ellas utilizando sólo métodos comunitarios de microplanificación, caen en el error de pensar que se está en el camino de cambiar las condiciones generales del desarrollo.

Hay que ubicarse en otro faro. Se trata de pensar, diseñar, instrumentar y hacer viables dinámicas de “emergencia sistémica”, que induzcan cambios sustantivos en la cualidad del sistema, a partir de lo cual se entra en nuevo estadio del mismo. Al respecto, cabe aquí la frase de Robert Laughlin sobre los cambios de paradigma: “La verdadera frontera de la ciencia está, no en lo pequeño, si no en lo complejo”.

A la luz de las nuevas discusiones sobre el tema, surgen entonces ideas conceptuales como el Sinecismo. Se trata de una concepción que observa al sistema territorial, especialmente el de la ciudad, como aquél que comporta una intensidad y variedad de intercambios de recursos e información entre diferentes actores.

Esta cualidad sistémica, otorga flexibilidad y resiliencia que estimulan la actividad territorial. En consecuencia, proponemos desde nuestra perspectiva que cualquier proyecto de “intervención” territorial deberá pensar con profundidad y diseñar estrategias que incrementen las interrelaciones entre los actores, de manera que se fomente el contacto y el intercambio de recursos e información a múltiples escalas. Solo de esta manera sería posible lograr sinergia territorial (que para una ciudad sería sinergia urbana).

En este esquema conceptual, queda claro que aquellos centros que logren aglomeración de actividades, ganarán complejidad e intensidad, obteniéndose una masa crítica a través de la mayor accesibilidad y alto número de relacionamientos entre los actores del sistema, lo cual aumenta la probabilidad de intercambio de recursos e información del sistema territorial con el entorno y, en consecuencia, hace sostenible la vida del mismo.

Esta nueva filosofía del abordaje territorial, es coherente con las aproximaciones no tradicionales que sobre el desarrollo han introducido algunos autores. En esa línea, Hausmann coloca de relieve la importancia de la circulación y difusión del know-how colectivo como explicación poderosa acerca de como se logra el bienestar colectivo.

Esta cualidad de las sociedades es diferente a la escolaridad convencional y también es distinto de las capacidades individuales. Se trata de la creación del conocimiento sistémico colectivo que no es igual a la suma de las partes de conocimiento de cada individuo. Esta última corresponde a la visión tradicional determinista.

Por el contrario, se trata de la creación de conocimiento social a partir de la diversidad, la complejidad y la intensidad de las interrelaciones. Esto hace la diferencia, advierte Hausmann, entre las sociedades agrícolas tradicionales, en la cual un agricultor posee en su mente todo el conocimiento sobre los elementos para la subsistencia y las sociedades modernas, en las cuales un hombre moderno solo conoce lo que le compete (especialización del conocimiento) pero vive en un entorno en donde muchos saben y hacen muchas cosas que son intercambiadas (mundo de la diversidad), a partir de lo cual se crea un sistema complejo que otorga bienestar a los miembros de ese colectivo.

De manera que la conceptualización sobre el Sinecismo y el Know-How colectivo se dan la mano y abren camino para la posterior formulación de estrategias de desarrollo a la altura de la complejidad social que domina. En esta línea de pensamiento se inscriben los postulados de Luis Bettencourt sobre el crecimiento e innovación en las ciudades.

Comprender cabalmente la importante relación entre la urbanización, la división del trabajo y la existencia de ocupaciones orientadas hacia la innovación y la creación de riqueza, es clave para una “transición hacia la sostenibilidad” de la vida de planeta que tiende a ser totalmente urbana.

Los “derrames de conocimiento” impulsan el crecimiento económico y niveles mayores de productividad, a partir de lo cual la organización urbana adquiere una “regularidad no trivial” que le otorga niveles de desarrollo económico y crecimiento creado. El fenómeno responsable de esta dinámica son las interacciones sociales, cuya densidad y pertinencia es el origen de la innovación y la creación de riqueza.

De allí que, concluye Bettencourt, para mantener un crecimiento continuo, deberán surgir innovaciones y adaptaciones importantes, a un ritmo acelerado. Para ello, advierte, es indispensable aprovechar las fuerzas sociales para “un futuro con innovación abierta” y mejoras del nivel de vida, compatibles con la preservación de los sistemas de sustento de la vida.

Por ello, el diseño de mecanismos de integración de actores a través de redes de la ciudad, son una estrategia fundamental para consolidar el principal elemento de integración: La confianza creada a partir de las múltiples interrelaciones de los componentes del sistema. Una última advertencia del autor sobre lo que hay que hacer: la principal táctica de los gerentes de la ciudad debe ser el fomento de las tendencias positivas del sistema-red urbano y NO intentar grandes transformaciones desde la NADA.

De manera que una nueva visión del desarrollo territorial, adaptada a las realidades que imperan y a las conceptualizaciones emergentes que tienden a desplazar a los esquemas tradicionales de la planificación urbano-regional y normativa, tiene en el Sinecismo, el Konw-How colectivo y los “derrames de conocimiento” para la creación de un futuro con innovación abierta, una base filosófica y conceptual que viene a ocupar el vacío teórico existente en los esquemas tradicionales, cuya utilidad están cada vez más en entredicho. 

El final del proceso de cambio y las estrategias de ciudad son de máxima incertidumbre, advierten Ruíz y Aquilué, por lo que las soluciones no pueden provenir del esquema input-output. Tienen que ser soluciones que ubiquen al azar en el centro del comportamiento de la ciudad, diseñadas a partir de la comprensión de que la sociedad territorial se caracteriza por su estado de fluctuaciones permanentes, en una perspectiva No-lineal y No-determinista. En consecuencia, sentencia los autores, las estrategias exitosas se orientan hacia una especial atención al acoplamiento sistema-entorno; ellas utilizan la “memoria territorial” para la definición de los “Futuros urbanos”.

  • SALTO EN PARACAÍDAS DESDE LA FILOSOFÍA SOBRE EL TERRITORIO HACIA LA FORMULACIÓN Y GESTIÓN DE PROYECTOS PARA “LA INTERVENCIÓN” SOBRE EL DESARROLLO DEL TERRITORIO

Sin duda, siempre existe una brecha entre las formulaciones conceptuales acerca de un objeto social de estudio y los diseños para la intervención sobre el mismo. Para el caso del desarrollo de un territorio, que es el objeto de estudio, el salto desde la filosofía positivista cartesiana del siglo XVI hasta la aparición de las primeras formulaciones sobre la intervención sobre las ciudades (finales SXIX), primero, y luego las regiones y municipios (primer tercio del S XX), se tradujeron en la creación de estructuras y normativas, administradas por especialistas en la materia urbano-regional y municipal, que todavía imponen su poder de veto.

En este campo semántico y conceptual abundan los arquitectos, ingenieros (especialmente civiles), abogados (quienes elaboran las normas de control de la ciudad o el municipio), y, más recientemente, los profesionales del urbanismo, especialidad híbrida derivada hacia aquéllos que no son ni arquitectos ni ingenieros.

En el medio de esta amplia red de especialistas, se han incorporado numerosos profesionales provenientes de diversas disciplinas, que han realizado postgrados de planificación urbana y planificación regional a lo largo de la segunda mitad del siglo XX y lo que va del XXI.

En el caso que nos ocupa, aún no existen estructuras universales de administración de una ciudad o un territorio desde el paradigma sistémico y la complejidad; solo se cuenta con experiencias basadas en la innovación como motor de cambio en la ciudad y múltiples Agencias de Desarrollo, la mayoría de ellas administradas desde el gobierno local o regional.

De estas últimas, algunas son exitosas en la medida en que abren el sistema de conocimiento al entorno (alianzas público-privadas); otras terminan reproduciendo el modelo tradicional de administración municipal o regional, sin asumir que el sistema que intentan cambiar no lo hace desde una administración, pues posee sus propias leyes de desempeño y cambio.

En este momento de la reflexión, surge una interrogante obligada y fundamental. ¿Cómo se pasa de la teoría de los sistemas sociales complejos y dinámicos, a su aplicación en la vida real de un territorio, sin caer en el riesgo de repetir los esquemas tradicionales que se quieren superar?

Entramos en el viejo e inevitable reto de la “operacionalización” de los conceptos para convertirlos en variables. Pero, ¿será posible definir variables que se sujeten a una formulación de proyecto en este nuevo paradigma?

Un camino útil es la definición de lo que NO ES. Veamos.

El desarrollo de un territorio NO ES el producto de la existencia y presencia de personas de buena voluntad que actúan en una ciudad o en un municipio (Voluntarismo). Tampoco es producto de que existan instancias (estructuras, organizaciones, instituciones) que manifiesten su compromiso con el desarrollo.

NO ES el resultado de que un gobierno sea bueno y honesto. Todas son, sin lugar a dudas, cualidades importantes y notables de una sociedad territorial. Pero cada una de ellas, aisladas o integradas, NO garantizan el desarrollo de la sociedad territorial. 

Una primera conclusión es que la operacionalización para la formulación de un proyecto territorial, NO DEBERÁ centrar su atención solo sobre la CREACIÓN de un espacio institucional para que atienda los problemas del desarrollo. Este puede ser un resultado necesario y conveniente, pero jamás deberá ser la resultante que andamos buscando.

Es un producto estático. Sólo tendrá valor en el marco de las interrelaciones del sistema complejo. En consecuencia, un proyecto que sólo procure la creación de un espacio institucional, NO ES UNA APUESTA EFICAZ.

En consecuencia, ¿cuál sería un camino pertinente, a la luz de la nueva conceptualización, que conduzca a un proceso de “emergencia sistémica”, que altere la cualidad actual del territorio, sea este un municipio, ciudad o localidad? La emergencia sistémica es producto de la existencia y persistencia de interacciones, de densidad de sus redes, de la incorporación de recursos e información del entorno y de la adaptación de esas interacciones y transacciones a las tendencias que promueven los cambios y la innovación en función de los patrones dominantes de los procesos de producción y de construcción de la cultura social. 

Un camino viable puede ser el siguiente:

    1. Orientar los esfuerzos hacia el montaje y gestión de mecanismos, dispositivos, o “vehículos” que conduzcan a la incorporación de recursos e información del entorno hacia el sistema territorial, alineados con el conocimiento inscrito en los nuevos paradigmas y disrupciones tecnológicas que se imponen en el planeta.
    2. En ese enfoque, el propósito de un proyecto de desarrollo local deberá ser “la creación de un proceso continuo de producción, promoción, difusión e intercambio de recursos e información entre los actores del territorio y de estos con el entorno” para incorporar las ideas innovadoras útiles y necesarias para inducir cambios en el comportamiento de la ciudad o el municipio.
    3. Este proceso continuo inscribirse en los cambios disruptivos que ofrece la 4ª. Revolución industrial, con sus grandes posibilidades para el manejo de la información. Sin ello, las iniciativas caerán en las tendencias tradicionales, y privarán las viejas ideas sobre el desarrollo. El proceso continuo debe tener como propósito también, aislar y neutralizar tales iniciativas.
    4. Se trata de un proceso de movimiento perpetuo, sistémicamente hablando. No es un diseño estático, el cual generaría estructuras burocratizadas. Debe aproximarse más a una comunidad espontánea descentralizada desde la cual emerjan, de manera constante, proyectos innovadores, que movilicen a los actores hacia la procura de los recursos y la información del entorno. Sería un sistema de experimentación permanente, de final abierto.
  • Una iniciativa como la dibujada, se especializaría en “el diseño, montaje, gestión, ejecución, evaluación de espacios de fomento del contacto y el intercambio de recursos e información, para la generación de proyectos innovadores descentralizados en el territorio”.

Un proyecto con una filosofía como la propuesta, requiere de equipos consustanciados con una nueva perspectiva sobre el desarrollo, sobre la dinámica de los sistemas complejos y orientados hacia la adopción de nuevos paradigmas que suelten el lastre de la planificación urbana y regional, que pesa mucho, a la vez que inhibe la promoción de la innovación territorial.

Para lograr un propósito como el formulado, será necesario estructurar equipos de trabajo a tres niveles, todos bajo la filosofía de promover el intercambio y difusión de la innovación en el territorio y de esta con el entorno. Los niveles de acción del proyecto son:

  1. Uno de coordinación, que unifica filosofía, conceptualización y gestión de recursos
  2. Los locales (territorial) que evalúan las opciones de innovación, ejecutan los procesos de conexión entre actores y evalúan los resultados para la retroalimentación del proceso. Entre el equipo de coordinación y los locales se establecerán las premisas para la detección y fichaje de proyectos innovadores y movilizadores.
  3. Equipos por proyectos de innovación, responsables de la gestión de cada proyecto y la difusión de ideas y resultados.

Es indispensable, para la viabilidad de manejo del proyecto integrado, el diseño y gestión de una plataforma tecnológica que mantenga el flujo de ideas e información entre los componentes del proyecto, en cualquier territorio. La plataforma debe ser cónsona con la complejidad de la dinámica territorial, para lo cual deberá ser lo más descentralizada posible.

Un proyecto como el propuesto, es también una prueba de hipótesis, sujeto a la adaptación y cambio en función de nuevas necesidades. Hacerlo de esta manera, supone la suficiente apertura de los equipos del proyecto, a riesgo de que rigidicen las rutinas y colapse el sistema de intercambio de ideas, información y recursos. 

  • UNA CONSIDERACIÓN FINAL: SOBRE LA ALIANZA CON EL LIDERAZGO LOCAL

Resulta obvio que un proyecto con la envergadura del que se propone, no puede funcionar sin contar con una alianza con organizaciones y actores locales que asuman el compromiso en su respectivo territorio.

En consecuencia, lograr un compromiso de los miembros o líderes de esas organizaciones es una tarea ardua que supone que los mismos logren una cabal comprensión de la filosofía, propósito y direccionalidad de proyecto.

Esta fase del proyecto es muy compleja. Es la que permite lograr solidez para las posteriores acciones. Se trata de lograr la confianza de los actores locales no solo con el proyecto sino, sobre todo, entre ellos mismos.

Sobre este tema hay que reflexionar con la mayor atención posible. No puede ser un acto voluntarista, dejado al azar de los actores. Esa confianza no es producto de un curso académico ni de talleres o lecturas. Resulta de la interacción permanente alrededor de asuntos de agenda que sean de común interés de los que ejercen el liderazgo territorial. 

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